Morderse la lengua by Darío Villanueva

Morderse la lengua by Darío Villanueva

autor:Darío Villanueva [Villanueva, Darío]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-12T16:00:00+00:00


POSVERDAD, MEDIOS Y TECNOLOGÍA

Un segundo vector de la posverdad, de enorme trascendencia, tiene que ver con la poderosa irrupción de inéditos medios de comunicación proporcionados por las nuevas tecnologías, que han producido el declive de la prensa y las grandes cadenas de radio y televisión no solo en términos comerciales, sino también en cuanto a credibilidad. El problema está en que estos nuevos medios sociales influyen más, pero carecen del control profesional de la información, de objetividad y de toda deontología. Al igual que desde finales del siglo XIX se viene anunciando la muerte del libro, previsión necrológica potenciada extraordinariamente por la publicación en 1962 de La galaxia Gutenberg, de Marshall McLuhan,actualmente se insiste desde múltiples instancias interesadas en la muerte de la prensa escrita. Bill Gates la había vaticinado para el año 2000, pero ante la evidencia de los hechos ha retrasado el óbito hasta 2023, al igual que el profesor canadiense había anunciado la muerte del libro para los años ochenta del pasado siglo, decenio en que fue él quien falleció. A la inminente desaparición del libro algunos agoreros pusieron fecha exacta en la Feria de Frankfurt de 2010: el año 2018.

Efectivamente, es cierto el declive de los medios de comunicación tradicionales, sobre todo de la prensa escrita, pero también, en menor medida, de la televisión. El 1950 los periódicos estadounidenses tenían una circulación diaria de cincuenta y cuatro millones de ejemplares. Los datos de 2010 rebajaban esta cifra en diez millones. Entre 1962 y 1981, el presentador Walter Cronkite era considerado la persona más de fiar de todo el país; en la cadena Fox, la preferida de Trump, en este momento el 75 % de los que tienen voz son escépticos o contrarios al cambio climático. Se han beneficiado además, para ello, de principios periodísticos inicialmente muy respetables: los de la objetividad y la neutralidad. Su aplicación trapacera, a base de una «información equilibrada» o balanced reporting, ha conducido a medios serios hacia la confusión entre lo verdadero y lo falso, y ha introducido en el público serias dudas por ofrecerles en un mismo plano el resultado de las investigaciones científicas y las opiniones, a veces brillantemente expuestas, de comentaristas enviados para desacreditarlas por las empresas energéticas a las que nos hemos referido ya.

Como consecuencia, según reporta Lee McIntyre (2018), el 72 % de norteamericanos que en 1976 confiaba en los medios se ha reducido ahora a menos de la mitad, un 32 %. Y el vacío producido lo ha llenado Internet: Facebook desde 2004, Youtube desde 2005, Twiter desde 2006. Y así, el 62 % de los ciudadanos se informan allí, no por la radio o la televisión, sino por las redes sociales (un 71 % por Facebook). El peligro de este cambio en la obtención de noticias por parte de la ciudadanía es evidente: las redes ponen en circulación contenidos de forma autónoma; no hay control editorial; se esfuma la frontera rigurosa entre informaciones basadas en hechos contrastados y opiniones.

La conclusión es obvia: las redes sociales han jugado un papel decisivo a favor de la posverdad.



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